martes, 4 de marzo de 2008

Las colegialas suecas se desnudan

- Dale boludo, no seas cagón.
Hacía media hora que intentaba convencer a Carlos, mi mejor amigo, mientras fumábamos el último cigarrillo del atado de Parisiennes entre los dos, sentados en un banco de la placita.
- No sé, loco. ¿Y si se arma quilombo? –me preguntó.
- No pasa nada. ¿Qué nos pueden hacer si nos agarran? –contesté cancheramente.
- Que sé yo, ahora con los milicos en el gobierno no se sabe.
- Dejate de joder. Mi viejo dice que con la Perona y el brujo de López Rega estábamos peor.
- Igual, no es joda falsificar los documentos –reflexionó.
- Bueno, pero pensá en los beneficios.
- No sé –insistió.
Me jugué la última.
- Una sola cosa te digo –le dije incorporándome.
- ¿Cuál? –quiso saber.
- “Las colegialas suecas se desnudan” –respondí haciendo con la mano el gesto de un letrero.
Esto pareció motivarlo. Dio la última pitada, me sonrió maliciosamente y me dijo:
- Es verdad, vale la pena el riesgo.
- ¡Ese es mi muchacho! –festejé.
Convinimos para encontrarnos después de almorzar, en su casa.

Era agosto del año 1976. La situación política ni nos rozaba, éramos ajenos a toda esa “historia”. De a poco nos fuimos acostumbrando a la presencia de la dictadura y seguimos con nuestras vidas. La prioridad era el sexo, en todas sus manifestaciones. Pero no era fácil en ese entonces. Yo estaba saliendo con una piba que, si le metía un beso de lengua, me denunciaba con su viejo por intento de violación. Así que olvidate de poder tocarle una teta o rozarle el culo con la mano. Lo pornográfico costaba un huevo conseguirlo, no era como ahora donde no extrañaría que el Clarín sacara los domingos un suplemento porno. No, había que remarla y mucho. Las pocas revistas que circulaban nos llegaban de pedo, todas ajadas y “manchadas”. Encima eran de viejas peludas que asustaban.
Ese año casi la “pusimos” por primera vez. Un compañero de colegio, Miguel, más grande que nosotros, se ofreció a bancarnos la guita del turno si le hacíamos gamba. Nos condujo a una casa humilde, donde un viejo estaba sentado en una silla en la vereda, a modo de guardián. Saludamos, pasamos y nos acomodamos en sillones que hasta las ratas despreciarían. Mientras aguardábamos, apareció una vieja con una palangana. Pensando que era la sirvienta, y mientras tratábamos de entrever a través de la puerta abierta, le preguntamos a nuestro anfitrión cual era la mina que nos iba a “desvirgar”. Señaló con la cabeza a la vieja y, al convencernos por su gesto que no era joda, decidimos abortar y dejar para otra ocasión el debut. Obviamente, Miguel se quedó para recibir su ración.
En fin, solo nos quedaban las películas. Recién en noviembre se estrenaba la última de Olmedo y Porcel, pero medio que no calentaban demasiado. A propósito, en mayo de ese año le habían cancelado el programa al Negro en la tele por poner, en el primer programa, que había fallecido. La humorada no le gustó a los jerarcas y Olmedo, por dos años, no pudo hacer televisión.
Teníamos cines donde no había drama con la edad, pero no eran recomendables. Estaba el “Sol de mayo”, donde casi siempre daban películas de acción, sobre todo de artes marciales, por las que Carlos deliraba. Se vio once mil veces “Operación Dragón”. Pero en ésas apenas se vislumbraba una teta, con mucha suerte. Había que ir temprano a ese cine, para ocupar los palcos, porque si te tocaba la platea te exponías a escupitajos de todo calibre, más otros fluidos que venían desde arriba.
También íbamos al “San Martín”, donde las butacas se dividían en dos secciones por un pasillo. Si te sentabas en el ala izquierda, era señal de que buscabas “acción”, por lo que al instante se te ubicaba a tu lado un trolo con proposiciones nefastas y de rápida resolución. Las películas ahí eran de toda nacionalidad, con preponderancia de las italianas y suecas. Pero, entre los gritos de la gente, el humo de los fasos, la mala calidad de las pelis, más la acechanza de maricas que no respetaban la delimitación, se hacía engorroso concentrarse en las escenas claves.
Quedaba el mejor, la Meca, el cine que pasaba películas eróticas por excelencia: El Capitol. Butacas decentes, nada de fumar, silencio total, películas de calidad aceptable. Pero si no eras mayor de 18 años, fuiste. Así que, no podíamos esperar dos años más para ver lo que “ya” estaban exhibiendo. Tenía que ser ahora, por lo que falsificar la edad en nuestros DNI se presentaba como la alternativa única.

A las 14 llegué a la casa de Carlos. El viejo estaba laburando y la madre se había ido de sus hermanas. Dejamos la mesa del comedor libre de toda molestia a nuestros fines y nos abocamos a la empresa delictiva. Mientras Carlos buscaba los elementos para tal fin, me puse a hojear El Gráfico que tenía en la tapa la foto del Boca bicampeón, bosteros culones. La dejé a un lado cuando volvió mi amigo y analizamos la cuestión. Teníamos que cambiar el año de nacimiento, 1960, por dos años menos, 1958. Para practicar, empecé con una de las últimas páginas del documento, usando una hojita de afeitar para despellejar lo que parecía tela. Los dos transpirábamos profusamente y era tal la tensión que, cuando sonó el timbre, dimos un respingo del cagazo.
- ¿Quién será? ¿La cana? -preguntó asustado Carlos.
- Pero no, boludo. Asomate por la ventana y fijate-le ordené.
Con cautela corrió apenas la cortina.
- ¡Es el Gordo Rodolfo! –me susurra.
- No le demos bola.
- No, ya me vio.
- Atendelo afuera.
- Tampoco, está lloviendo.
Pensé un momento.
- Bueno, esperá que tapo un poco y hacelo entrar.
Así hizo. El Gordo entró sonriendo como siempre.
- ¿Qué pasa que tardaban, maracas? ¿Se estaban tocando? Jaaaaaaa
- ¿Qué hacé, Gordo? –lo saludé.
Debió darse cuenta por nuestros semblantes, porque al instante preguntó:
- ¿En qué matufia andan ustedes?
Y empezó a mirar por todo el comedor, hasta ver, debajo de una servilleta, un documento. Se acercó y lo tomó, percatándose de nuestra labor.
- Uy, feo feo. ¿Y esto? –preguntó.
- Nada, dejá. Es para entrar al Capitol.
El Gordo asintió con la cabeza.
- “Las colegialas suecas se desnudan” –dijo como entendiendo.
- Si, ¿la viste?
- Dos veces. Peliculón. Cada vez que me acuerdo se me p…
- Sin detalles –pidió Carlos.
Rodolfo era mayor que nosotros y, como era repetidor, íbamos al mismo curso. Miró los elementos y nos aleccionó:
- Pero no tenés que usar una yilé, porque si fallás rompés todo. Mejor es un aguja grande, pero con punta.
- ¿Y vos cómo sabés eso? –quise saber.
- Porque falsificaba el boletín para que mi viejo no viera los aplazos de segundo trimestre, después si zafaba el último, no se iba a enterar.
Me reí pensando que fue en vano, ya que el Gordo no zafó y tuvo que repetir.
- Hacelo con la aguja y después usá birome del mismo color, no tinta, porque se corre.
Aceptamos de buen grado las sugerencias y lo despedimos, asegurándonos de su silencio.
- Nadie se tiene que enterar, sobre todo de estas cosas.
Igual le regalamos un atado de fasos y continuamos con nuestra faena. El resultado nos convenció y quedamos en vernos antes de entrar al colegio, a la nochecita.

Como no había obligación de usar uniforme en nuestra secundaria, solo una corbata de pésimo diseño, guardamos ésta en el bolsillo y ya nada podía identificarnos como estudiantes, ya que las carpetas las habíamos dado a compañeras para que nos las tuvieran hasta la vuelta de nuestra “chupina”. Fuimos en colectivo hasta el centro y encaramos decididamente hacia el cine. No había mucha gente en la cola, unos diez hombres con cara de nada, sin demostrar urgencia para entrar (aunque debían tenerla). Nosotros estábamos muy tensos, nerviosos, ansiosos, pero decididos. El afiche de la película de nuestros sueños nos invitaba al delito. Cuando llegamos a la boletería, un tipo con patillas a lo Sandro nos pregunta cuantas queríamos, las arranca, nos las entrega y nos cobra, sin levantar la mirada. Me quedé clavado en mi sitio, mientras Carlos enfilaba para donde estaba el acomodador.
- ¿Esta película es prohibida? –le pregunto al émulo del “Gitano”.
- Prohibida para menores de 18 años, con reserva –me dice impertérrito.
- Entonces, ¿por qué no me pedís los documentos? –le digo insensatamente.
El tipo levanta la mirada y me dice:
- ¿Vos sos mayor de 18?
- Eh… si, claro, obvio..
- ¿Entonces?
Le iba a contestar, cuando siento que Carlos me tira de la manga para llevarme.
- ¿Qué hacés, pelotudo? –me susurra temblando.
- Nada boludo. Pero me da bronca. Toda la tarde con un cagazo de la concha de su madre, y este pelotudo no me deja mostrarle lo que tanto nos costó.
- ¿Y qué tiene? ¿Querés un premio? –me dice ya desesperado.
Llegamos donde el acomodador, quien nos pide las entradas para cortarlas y dejarnos pasar. Carlos le da la suya y encara para el fondo. El viejo me mira, agarra la entrada, la corta y me deja pasar. Ahí estallé.
- Eh, viejo ¿acá tampoco?
- ¿Tampoco qué? –me pregunta el adormilado señor.
- No piden los documentos para ver si uno es mayor o no de 18.
- ¿Para qué?
- ¿Cómo para qué? ¿Cómo para qué?
De repente aparece un grandote, bien empilchado, que terminó siendo el gerente del cine.
- ¿Qué pasa pibe? ¿Algún problema?
- Pasa que no puede ser que no pidan los documentos para corroborar que uno sea mayor de…
- A ver, dame los documentos –me interrumpió.
Se los di, ya en pleno delirio. Los miró detenidamente, me miró, dio vuelta una página y dijo:
- Vení, acompañame a mi oficina.
Cuando busqué con la mirada a Carlos, ya se perdía en la oscuridad con un gesto de “¿Y qué querés que haga? Ahora arreglátelas solo”.

Cuando salió mi amigo, yo estaba sentado en el cordón de la vereda (todavía no era peatonal).
- ¿Y? –me preguntó.
- Nada. Me cagó a pedos y me dijo que se dio cuenta de que estaba falsificado por el número del documento, que no podía ser. Cuando confesé, me dejó ir diciéndome que tenía suerte de que estaba de buen humor y no me iba a entregar a la cana. Y vos, ¿cómo te fue?
Mientras encendía un faso, me dice, displicentemente:
- See, ahí, más o menos.
Yo sabía cuando mentía.
- Fue espectacular, ¿no?
Me miró con una sonrisa explicativa.
- No sabés… De todo, culos, tetas, besos entre minas…
- ¡Pará! Seguime contando en el colectivo, que se hace tarde y mi vieja se pone como loca.
Mientras nos incorporábamos para ir a tomar la F, miré por última vez el afiche y me pareció que una de las colegialas suecas me hacía un rictus de resignación.

Mucho tiempo después, y mientras purgaba una condena por falsificación de cheques, recordaba esa anécdota y de lo cerca que estuvimos de transformar una “travesura” en una desgracia para nuestras familias. La Edad Oscura había comenzado en nuestro país y nosotros no nos habíamos percatado.

20 comentarios:

Stella dijo...

jajajajajaja me moriiii!!!

En el 76 fue lo de Olmedo? Y pensar que lo traes a colasion justuto que qyer se cumplieron 20 años de su muerte verdadera, digamos!!

Los diálogos entre adolescentes son mundiales! Y me parece que no cambiaron con los años, mis hijos hablan entre ellos, palabra mas, palabra menos, pero casi igual!! Y no me refiero a los intereses, sino al léxico propio de la edad!

Yo tambien soy del 60, y en el 76 vivía en un canapé, ni enterada aún de lo que estaba pasando!!

Muy bueno, Ade!! :)
Bechio

Hegeliano dijo...

Adenoz, en su barrio eran demasiado vuelteros, en adrogue en la trasnoche de sábado en el cine viejo (ahora iglesia de la palomita) entrabamos sin drama. Nadie te preguntaba nada, Las colegialas se confiesan, la escena del elefantito es parte del ADN de los setenteros.

Stella dijo...

Me confundí..ajajajajaaaaaa
En realidad si me referia a los intereses, y no al léxico de los adolescentes propiamente dicho!!

Boy a tener que hacer algo con mi neurona, y de manera urgente!!!

Georgie dijo...

Viví muchos años en San Fernando. Obvio, mi adolescencia. En el Cine Hispano, hoy templo evangélico, se podía pasar a cualquier hora. Si habremos visto las películas de la Coca Sarli... Por supuesto que "Las colegialas...", number one. Recuerdo al elefantito, la del colectivo, la obra en construcción... Cuánto polen hemos esparcido por el aire en su nombre..!
Qué recuerdo!

Félix dijo...

Esas eran aventuras, ahora con esto de internet, los pibes buscan porno en el Google y ya está. Esas historias no existen ahora, ya.

Me encantan estas anecdotas. Muy interesantes.

El rincòn de mi niñez dijo...

¡¡Muy buena la anécdota!!.
Besos♥

ADENOZ dijo...

STE:
No se puede estar en todo.
O estábamos tratando de levantar minas o evitábamos que nos "levantaran" a nosotros los falcón verdes.

ADENOZ dijo...

HEGELIANO:
En la segunda ciudad del ispa siempre fue así. Los curas eran más fuertes en ese entonces y mandaban que estaba bien y que mal.
Aunque dejaban como una válvula de escape al cine, en El Capitol eran severos en ese sentido, aunque todo no se uede controlar.

ADENOZ dijo...

STE:
Yo te quiero como sos. Bah, todos te queremos así.

ADENOZ dijo...

GEORGIE:
Claaaaro, asi terminan (o acaban)

ADENOZ dijo...

FELIX:
Porno en el Google?
Ehh... no sé, me fijo, capaz que es como vos decís... ya vengo.

ADENOZ dijo...

RINCON:
Gracias por pasar.
Besos para usted (siempre en el caso de que sea niña, sino un apretón de manos)

Dalma dijo...

jajaj, siempre que hay despelote estan las suecas metidas jajaj

eso no cambio :P

mato el post Ade

Oscar dijo...

Algunos años antes, unos cuantos, me tocó pasar esa etapa. Un compañero trajo el dato preciso: Gran Opera de Lanus. Hoy templo de alguna chantada de obispos brasileños y más exorcismos que en toda la Biblia.
Era aventura completa. Para nosotros, Lanús daba lo mismo que El Calafate. Armábamos mochilas para el viaje con jugos y comida. Ibamos en el Roca, de terror. Y veíamos cada cosa...
El día era el miércoles, con rata al campo de deportes incluida. O sea, íbamos en pantalon de gimnasia, en vez de 15 parecíamos de 12... y el acomodador nos recibía con un amistoso "Pasen, paj..."
Qué años felices...!!!

ADENOZ dijo...

DAL:
Con los suecos también, sino fijate en el 2002 cuando nos eliminaron en Corea.
Ah, los zuecos también jodían.

ADENOZ dijo...

OSCAR:
Pasen pajarones? pajaritos?
Ah no, claro... es... si, eso.
Ta' bueno, pantalón blanco y amplio, pa' disimular.

Nadie dijo...

Pensar que ahora las colegialas se desnudan por una birra.

¿No podrás cambiar el 7 por el 8 en la decena de mi DNI? Eso si, después no me buchonees!

Lirium*Lilia dijo...

Justamente estaba pensando en lo que dijo Nadie... Cómo ha cambiado todo, parece que han pasado siglos y sin embargo a mí la adolescencia me parece que fue ayer. Saludos.

ĭçoŋoçlast@.·´¯`·.¸ dijo...

En 1979 yo tenía 12 años, así que algo le rasqué a los setentas. Muchas cosas de esa época me marcaron para siempre, la música disco,el despertar a la pornografía y mi primera novia.

RMS dijo...

¡Qué calidad narrativa! Atento de principio a fin. Muy bueno.
Nací en los 70s, todo tiempo pasado fue mejor, mira, hasta el lenguaje adolescente ha cambiado y el actual no da...
Saludos.