lunes, 15 de marzo de 2010

Music Was my First Love

La música fue mi primer amor. Desde antes que tuviera uso de razón, la música era mi mundo. Habiendo sido un pibe bastante introvertido, mi universo se expandía a través de los libros y los discos. Hoy que veo este mundo de compresión, donde cuanta más avanza la tecnología, más sordos nos ponemos al pretender escuchar música, cayendo a lo más bajo de bajar un archivo en mp3 que ni por asomo tiene la calidad de audio que una obra de arte necesita.

Eso. Obras de arte. Eso es lo que me imaginaba cada vez que agarraba la bandeja Pioneer de mis viejos y seleccionaba la velocidad de acuerdo a lo que me indicaba el sobre del vinilo. Bajaba las luces, cerraba las ventanas, subía el volumen y colocaba la púa sobre esa circunferencia brillante, cerraba los ojos y me dejaba transportar a otra dimensión.

Las emociones se disparaban con cada canción, con cada pieza musical, tuviera o no letra. La piel se erizaba, las sonrisas, las broncas, las melancolías. Había canciones que con solo escucharlas por primera vez, parecían que eran eternas, como si mi alma extrañara esa concatenación de sonidos que hacían matemáticamente una armonía y que me elevaban al paraíso. Y casi siempre me ponía a pensar en qué les pasaba por la cabeza a sus autores al escribir, imaginar y crear tamañas obras.

En una era sin tanto acceso a información, era común escuchar las más alocadas leyendas luego desmentidas por los autores de las canciones. Que Rasguña las Piedras era para una novia de Charly que se había muerto, algunos más morbosos aseguraban que estaba enferma y que despertó dentro del ataúd. Charly casi se descostilla de risa cuando le preguntaron por ello. Lejos de desilusionarme, más me admiré. ¿Cómo podía ser que un pibe al que no le había pasado tamaña tragedia pudiera escribir al respecto con tanto sentimiento? Lo mismo me sucedió con Eleanor Rigby de los Beatles.

Otras veces era más que atrapante intentar descifrar lo que el artista ocultaba con metáforas, fuera por censura o por ilegalidad. El tiempo y la internet nos trajo todas las verdades, frías como haciéndonos sentir pobres ilusos de haber creído mentiras. Y sin embargo las canciones seguían ahí, esperando a deprimirnos contándonos historias de hermanas muertas, enamorándonos con mujeres ajenas, abriéndonos los ojos en épocas de cegueras nefastas y levantándonos tanto el ánimo que hasta podríamos salir a surfear con los Beach Boys.

La música fue mi primer amor y a eso me dedicaré en las entradas que me toquen en este maravilloso blog que vi nacer y que ahora me permite hablar de otras cosas. Porque la música siempre estará presente. Un mundo sin música, es un mundo imperfecto y la humanidad así lo ha entendido desde que nos paramos en dos patas.

Termino esta breve introducción con una buena música de fondo para este blog tan setentoso. Música del futuro, música del pasado, música sin tiempo. John Miles, aquí con la producción y la genialidad de Alan Parsons quien hacía un par de añitos venía de grabar algo tan gigante como Dark Side of the Moon de Pink Floyd.



Y como en 1976 John Miles escribió una canción sin tiempo, aquí pueden escucharlo hace un par de años, como invitado del grupor alemán PUR, con toda la parafernalia de los estadios y una actuación increíblemente memorable.




Nos vemos pronto.

RDP