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El
23 de julio de 1977 se incorporaba –casi al final de su larga vida- a la
Academia Argentina de Letras por primera vez una mujer:
Victoria Ocampo (1890-1979).
Coronaba así un largo camino de servicio y entrega –espiritual y al mismo tiempo material, al punto de perder su cuantiosa fortuna en tal empresa- a las letras y la cultura universal.
Había dado el combate y se encontraba ahora ante la victoria final. Doble victoria: sobre su orígen y sobre su condición de mujer. Había cumplido con el mandato existencial de su amigo José Ortega y Gasset: Uno es uno y su circunstancia, y
solo salvándola uno se salva…
Nacida y criada en un ambiente patricio, pero a la vez criollo, si bien las niñas Ocampo crecieron al cuidado de institutrices francesas e inglesas, al punto que Victoria, la mayor, siempre se sintió más segura escribiendo en francés antes que en español -lo que siempre motivaba discusiones con su gran amiga Gabriela Mistral, quien permanentemente la alentaba a escribir solo en español- ello no fue óbice para que, en medio de algunas de sus frecuentes rabietas, les dijera en una fiesta a su cuñado Bioy Casares y a Borges, que estaban en un rincón riéndose maliciosamente de los asistentes,
“Che, no sean mierdas y hablen con el invitado…”.Como toda jóven de la época y de su clase se casó en 1912 con alguien de su misma condición: Luis Bernardo Mónaco de Estrada. La pareja fue de luna de miel a Europa, como era la costumbre, pero debido al carácter posesivo de su marido, la relación se deterioró rápidamente al punto que comenzaron a dormir en habitaciones separadas, situación que se prolongó al regreso, en su domicilio porteño, hasta el fallecimiento de
Mónaco, ocurrido en 1933. Una separación era impensable: su padre había dicho
“Antes prefiero ver muerta a mi hija que viviendo de esa manera” Ello no le impidió sin embargo conocer al amor de su vida
-“Nunca he sentido por nadie el amor que sentí por el”- Julián Martínez, primo de su marido, con quien vivió un secreto romance, al que seguirían otros, algunos con escritores famosísimos.
A poco de haber cumplido cuarenta años, en 1931 Victoria da luz a la revista Sur, que habría de ser durante su larga existencia un puente cultural entre el norte y el sur.
En 1935, ya viuda, asumiendo su compleja personalidad escribió:
“Estoy en contra de los privilegios y del favoritismo del mundo en que he nacido. A medida que los voy desenmascarando, voy abominando de ellos, voy repudiándolos. Es una manera de ir desnudándose lentamente”
Otras empresas, además de la literaria, demandaron su atención: el feminismo, el pacifismo, el antifascismo y las vanguardias artísticas, desde la música a la arquitectura, pasando por la pintura. Esa curiosidad por lo nuevo no la abandonó nunca: ¡en su alta ancianidad quedó impresionada cuando escuchó por primera vez a The Beatles!
Terminada la guerra, a cuya causa aliada Victoria se había entregado por entero como muchos intelectuales de su generación, llegó el peronismo, con el que no se llevó bien. En 1953, mientras se encontraba de vacaciones en Mar del Plata, fue detenida acusada de “participar en un atentado”, y trasladada con más de sesenta años de edad a la cárcel de mujeres del Buen Pastor, donde ocupó una celda colectiva con mujeres de variada condición, muchas de ellas prostitutas, la que contaba con un solo retrete, instalado en la propia celda, el que debía ser limpiado diariamente por las reclusas. Cuenta
China Zorrilla que Victoria le decía con orgullo que cuando le tocaba hacerlo a ella, lo dejaba impecable de limpio. China también cuenta que muchas de esas compañeras de infortunio tomaban el te con ella muchos años después en Villa Ocampo. La presión internacional y las gestiones motorizadas por Gabriela Mistral y por Jawarlahal Nehru principalmente persuadieron al gobierno para dejarla en libertad.

Los últimos años fueron duros para Victoria, la empresa de Sur prácticamente la había dejado en la ruina. En 1973 hizo donación de sus casas de San Isidro –
Villa Ocampo- y Mar del Plata –
Villa Victoria- a la UNESCO.
Si bien siempre en contacto con nuevos escritores e interesada por todo lo que sucedía en el mundo cultural, se iba quedando sola. Al mismo tiempo, minada por el cáncer, que solo le permitía tomar alimentos líquidos, pero presumida de su aspecto como siempre, comenzó a retraerse, y a centrarse en si misma y en sus recuerdos, hasta la noche del 27 al 28 de enero de
1979 en que falleció en Villa Ocampo.
Un mundo se iba con ella...Hugo, de Arte y política, y Stella, para Te cuento los setenta
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